Mutant Pride Parade

No creo que sea el único que considera que la forma en la que han sido proyectados los X-Men en las últimas dos películas que sean hecho sobre ellos es la de gays con superpoderes. Desde sus inicios en los cómics, los X-Men han representado la alegoría de las minorías segregadas. Aunque antes podrían haber sido a los afroamericanos -con Professor Xavier representando a Martin Luther King y Magneto a Malcolm X- en tiempos modernos queda más apropiado la comparación de los X-Men con los homosexuales. Veamos las pruebas: los rasgos que los distinguen del resto de la población se presentan a partir de la pubertad; nadie sabe qué es lo que ocasiona estos rasgos; la mayoría de la gente que no los acepta quiere segregarlos, eliminarlos o curarlos; no pueden enamorarse fuera de su propio grupo porque si lo hacen no son correspondidos; son incomprendidos por sus padres y repudiados por sus allegados; cuando visten trajes ajustados se ven muy bien.

Tal parecía que el talentoso director Brian Synger decidió elaborar más este aspecto en la segunda película ya que en la primera solo se había tocado indirectamente. Esto se pudo ver en dos escenas. La primera fue la excelente escena en la que Bobby (Iceman) confiesa a sus papás que es un mutante y su madre le pregunta que si alguna vez ha tratado de no serlo. La segunda es cuando Mystique explica que no piensa pasar todo el tiempo transformada para verse como los humanos porque no debería sentirse mal de cómo es ella.

Así que cuando leí la premisa de la tercera película de X-Men (que se ha encontrado una cura para los mutantes) supuse que, a pesar del cambio de director, ésta podría ser la que llevara el debate alegórico al siguiente nivel y se convirtiera en el blockbuster más inteligente del verano. Los primeros 30 minutos de la película parecían prometedores ya que hasta incluían una nueva historia sobre Warren Worthington III (Angel) tratando de cortarse las alas de chico para que su padre no estuviera avergonzado de él (¿acaso hay un simbolismo más obvio que éste?). Aunado a esto parecía que se estaba formando una historia fuertemente cargada de drama relacionada con otros personajes. Pero aparentemente ni los guionistas ni el director conocen el significado de la palabra consistencia porque después de presentar ideas muy interesantes (Storm menciona que no puede existir una cura porque no hay nada que curar), deciden que los últimos dos tercios de la película deben ser llenados con excesivas batallas y tragedia barata, llena de sentimentalismos y clichés.

X-Men: The Last Stand no es una película mala, es una película tonta. Una película mala no pretende nada más que sacarte tu dinero entreteniéndote con unos trucos baratos. Una película tonta aparenta tener más que trucos baratos pero no cumple sus propias expectativas. No dudo que muchos tengan ganas de verla o ya la hayan visto. Lo único que puedo decir es que si quieres pasar 100 minutos entretenido con efectos visuales creyendo que a la vez estás meditando sobre importantes dilemas contemporáneos, ésta es una buena opción. Pero conste que dice "creyendo"...